sábado, 25 de febrero de 2012

Once: entre Cromagnon y la Estación


La masacre de la Estación de Once nos sacude como país y lleva a múltiples sensaciones y reflexiones.

Que sucedan estos desastres evitables nos llena de indignación y de bronca. En el marco del respeto a las víctimas y sus familias, inmediatamente comenzamos a analizar responsabilidades, pero buscando no herir el duelo. Para los que participamos políticamente está la tentación de apresurarnos y opinar parándonos sobre los cadáveres para hacerlo, algo de eso se vio estos días.

A pocos metros coexisten dos masacres evitables, generadas por la desidida, la corrupción, la falta de respeto a la vida, la búsqueda desmedida del dinero y la ganancia.
En ambos casos un Estado que debió controlar y velar por la seguridad de sus ciudadanos se muestra inútil para hacerlo y cómplice del desastre.

A todos los que tienen una responsabilidad pública les puede tocar un accidente, algo que a pesar de las previsiones se desenlace, un error humano, una falla mecánica. Pero cuando esto fue preanunciado durante tantos años, que suceda, desnuda una complicidad delictiva.

En este caso gremios, usuarios y parte del Estado denunciaron hasta el hartazgo las deficiencias y las desinversiones. A la par, el mismo Estado que debió sancionar y suspender la concesión dio subsidios, los aumentó año a año y se mostro con los empresarios acusados, en anuncios y reuniones, en viajes y exposiciones.


Sucede lamentablemente en nuestro país que determinadas situaciones hacen coincidir elementos históricos, denunciados previamente, que se van volviendo habituales, con situaciones extraordinarias, simbólicas que denuncia esta situación y la vuelven visible, simbólicamente inaguantable, generadora de indignación popular.

Podemos tener presente Cromagnon, Marita Veron, Maria Soledad, Carrasco, Jorge Julio Lopez, Mariano Ferreyra, Carlos Fuentealba. En todos estos nombres surgen descripciones de situaciones que encarnan simbólicamente situaciones de injusticia, de opresión, de negacion de derechos, de corrupcion, de complicidades entre el Poder, los gobiernos y los negocios.
No son nuevas, son emergentes de otros cientos o miles de casos que fueron anónimos, que no salieron a la luz o que no fueron tomados por la sociedad como límites reales.

Ninguna de estas muertes fueron causadas por hechos aislado, que no hubieran sido denunciadas con anterioridad: las redes de tratas de personas y su complicidad con el poder policial y político, los abusos del poder en Catamarca, los abusos y violencia en el servicio militar, la estructura represiva y policial relacionada con la dictadura y el riesgo de los testigos, las patotas gremiales y los abusos hacia los precarizados laborales o la represion de las fuerzas policiales provinciales a las manifestaciones y reclamos populares.

Lo mismo sucedió institucionalmente con la crisis del 2001 y el "que se vayan todos". Esta vez fue a un modelo neoliberal que ponía el capital por sobre las personas, el individualismo por encima de lo comunitario, el roban pero hacen, la corrupción por la intervención del estado como forma de redistribuir y poner límite a los capitales que solo piensan en su lógica de más dinero, en menos tiempo, con el mínimo esfuerzo.


Pero esto sigue pendiente, esto también es capitalismo neoliberal, estos negocios de empresarios que colaboran a cambio de no controles, esta connivencia entre estado, partido, gobierno y negocios. ¿Por qué si es justo lo que reclaman los gremios ferroviarios no se le pone límite a la empresa? ¿Por qué si la auditoria de la nación lo denuncia no se le pone fin a la concesión? ¿Por qué si no se cumple se le siguen pagando subsidios?

En este caso de la estación de once se dan las dos situaciones: hay responsables y es un emergente de una situación injusta, corrupta, apañada, vivida diariamente por miles de argentinos que viajaban indignamente y ahora suman el riesgo de morir en el camino a sus trabajos, de esta pendiente de un familiar o amigo que usa los trenes, que a su vez pagan son subsidios millonarios.

A los compañeros kirshneristas, con el mayor de los respetos y afecto, más allá de los que creen en el modelo, de compartir ciertas políticas, de creer en la buena voluntad de muchos militantes, de reconocer avances, como lo plantee allá por julio de 2008 (http://raulayude.blogspot.com/2008/07/reflexiones-de-un-no-k.html) si en algo esta este respeto y esta valoración no es en la complicidad en los negocios o la falta de control y sanciones a empresarios que juegan y lucran con la vida de los argentinos. Y creo que esto llevara a una urgente revisión y critica a estas politicas sostenidas hasta hoy.

Sean nacionales o extranjeros, multinacionales o burguesia nacional, Esquenazi sin exploracion y con desaabestecimiento, Cirigliano con corrupcion y muerte, Blaquier con represion y explotacion, Barry Gold con megamineria, Monsalto con sojización y desertificación.
No hay desarrollo autosustentable, nacional y verdaderamente popular sin respeto a los argentinos y sus intereses, sin debate y participación. Sin construcción de poder popular.

Es terrible pensar que debemos tener que sufrir muertes y desastres para tomar decisiones que se podrian haber optado previamente, sin víctimas, sin costos humanos, sin sangre, sin pérdidas irreparables, muchas veces por no dar la razón, muchas veces por cerrazon, por defensa a ultranza de modelos que nunca pueden imponerse por encima del debate y de las minorías. Porque muchas veces los que gritan y reclaman tienen razón, y es necesario no arrasar con las minorias acusándolas de cipayas y apátridas, cómplices de corporaciones y ajenas a los intereses nacionales. Los intereses nacionales los construimos entre todos, aún a riesgo de debatir con cipayos y traidores, pero apoyados en haberlo dialogado, debatido, justificado.

Lo que pasa con nuestros trenes es sólo un elemento. También sucede con los recursos naturales, con el sistema financiero, con el sistema previsional, aún con los medios después de la ley de medios, con ley antirerrorista y proyecto x, con represión a manifestantes y complicidades con gobernadores corruptos, sin respeto a los pueblos originarios.

Así como ahora se analiza quitarle la concesión a TBA, también se le deben quitar la concesión del poder a dirigentes provinciales y nacionales corruptos, antipopulares y cómplices de negocios y saqueos. Se debe hacer en base a los aspectos que se valoraron del modelo, y que fueron sostenido como positivos por los argentinos a través del apoyo popular.

Que lo sucedido en Once sea el principio del fin de muchos errores, complicidades y políticas, depende de entender que el modelo de país es debatible, construible comunitariamente, con participación, control, justicia. Esto no es un constante ataque al gobierno sino que hay políticas que se sostuvieron hasta ahora que deben terminar porque son contrarias a los intereses de los argentinos, a su dignidad y su calidad de vida.

PD: Gracias a Diego por las correcciones.