domingo, 27 de julio de 2014

Cuando las familias y el trabajo de los cartoneros se volvieron visibles

Cartoneros de Angely Martinez

Cartoneros, caballos, marginalidad y Estado

El intempestivo anuncio de la supresión de la tracción a sangre en la ciudad realizado el 1 de julio de este año por la municipalidad de Bahía Blanca sacó nuevamente a la luz que más de 500 familias viven del cartoneo, en los márgenes de la ciudad, en viviendas precarias, con niveles de salud y educación bajos y sin empleo digno.

Esto surgió por el justo reclamo de eliminar el uso de caballos en la tracción de carros con los que colectan estas familias su sustento diario.

La complejidad del tema hace que las respuestas no puedan ser unívocas ni los plazos demasiado acotados; la necesidad de reemplazar el uso de caballos debe estar vinculada plenamente con la capacidad de estas familias de trabajar y procurarse su sustento.

Desde el último intento de mejorar la situación de los recolectores informales, la implementación de las experiencias cooperativas y asociativas de organización, la inversión que se realizó desde el estado, los intentos de separación en origen que han quedado truncos, dejan enseñanzas que no se pueden desoír y es necesario analizar.

A diferencia de ese momento hoy la recolección de residuos está a cargo de la Sapem Ambiental, sociedad anónima de mayoría estatal, lo que significa que existe pleno control sobre los costos, inversiones, maquinarias, personal y tareas, posibilitando mayor intervención en dichas tareas.

Las experiencias organizadas de recolección informal tienen tres espacios físicos.

Dos grupos trabajan en el relleno sanitario desde el 2000 separando residuos y sacando de allí su sustento diario, lo hacen de manera autónoma, con alguna infraestructura que los asiste, pero básicamente a través de su propia organización, sin subsidios ni asistencias.

Una cooperativa que nuclea diez trabajadores viene realizando tareas de separación y venta de lo reciclado. Desde el estado municipal se ha anunciado que la asistencia mensual es de unos $ 50.000, consistente en el alquiler de un galpón, contenedores, el traslado desde la Sapem Ambiental de un camión diario proveniente del barrio Palihue, basura que no les llega separada en origen. Los miembros de la cooperativa cobran aproximadamente $ 1.500 de la venta de lo trabajado. Muchos realizaron cuentas respecto a lo invertido y lo que finalmente llega a los trabajadores. Se podría utilizar un espacio municipal sin costo, podrían llegar residuos separados en origen, el nivel y la forma de intervención estatal podría ser distinto.

La Ecoplanta que se encuentra en etapa de ampliación posee un rico historial de trabajo, con maquinaria acorde a las tareas de separación, habiendo sido ejemplo en el momento de su creación.

Por otro lado en varios barrios muchas familias viven de la recolección informal: Noroeste, Caracol, Spur, Villa Esperanza, Stella Maris y 9 de Noviembre.

Estas familias poseen necesidades habitacionales, bajos niveles de educación, problemas de salud, en muchos casos crónicos, hace años que no poseen una relación laboral con horarios, asistencia, relación de dependencia: han quedados marginados del trabajo formal.

El planteo realizado de la imposibilidad de utilizar caballos en un plazo de 30 días, no es acompañado por propuestas claras de solución, se observan cambios e improvisaciones sobre la marcha.

De eliminar la tracción a sangre, lo restringen solamente al centro, pasando a la justificación del tránsito. Ya se les está impidiendo su normal tarea, por lo que el nivel de necesidad aumenta día a día. Es en el sector centro donde encuentran el mayor aporte de materia prima en cantidad y calidad el mismo y por otro lado también la comida en muchos de los casos, según nos explicaron.

A esta situación compleja y que afecta la calidad de subsistencia de estas más de 500 familias se le suma la falta de resolución política del problema.

Primero, generaron preocupación en los vecinos al establecer urgencia en la fecha de prohibición, sin diálogo previo, sin un diagnóstico claro, sin trabajo barrial, y cuando los vecinos se movilizan y reclaman, ven agitadores detrás de este reclamo justo, como ya lo hicieron en Villa Delfina, y en en tantas otras situaciones.

Se me ocurre que se imaginan que personas que vivieron marginadas, excluidas, rebuscándoselas durante tantos años, no pueden organizarse por sí mismas. Ni se les ocurre pensar que lo lógico sería que el Estado fuera el que asistiese para mejorar la calidad de vida de estas familias.
Por eso ven agitadores, intereses espúreos, externos, políticos, que intervienen para perjudicar a la gestión de gobierno, algo así como desestabilizadores.
Les parece ilógico que frente a la pérdida de la única posibilidad laboral que han desarrollado, que significa el sustento de sus familias, decidan protestar, hacer sentir su reclamo, marchando al mismo lugar donde reclaman los docentes, los comerciantes o cuando hay problemas por el agua o una injusticia sin resolver o el día del trabajador o alguna conmemoración por los derechos humanos.
Si se dan algún tipo de organización, debe ser ajena.

En lugar de buscar agitadores es indispensable generar una mesa donde estén todos los actores intervinientes, los propios cartoneros con una organización propia, las estructuras municipales medio ambientales, de desarrollo social, de empleo, de salud, la Sapem Ambiental, los Ong's que vienen trabajando con el sector, y las redes barriales.

Las propuestas deben contemplar plazos y objetivos, momentos de evaluación de lo logrado. Mejorar las condiciones de vida de estas más de 500 familias y sus barrios es un gran objetivo comunitario, es reconocer su dignidad, la vulnerabilidad con la que viven y en la que están inmersos con sus hijos.

Es imposible atarlo a parámetros de tránsito, de tiempos acotados, donde una sola familia quedase sin su posibilidad laboral y de procurarse sus propios recursos sería una injusticia grave.