lunes, 20 de junio de 2016

La corrupción y las políticas populares

      Los grandes ideales sociales y políticos se sostienen en base a un gran compromiso ético. La corrupción es antipopular.

      Las democracias son hipócritas si una minoría dueña del poder real decide por sobre las mayorías populares.

Cuando se exponen ideas y se acciona contra el aprovechamiento de los dueños del capital por sobre inmensas mayorías de trabajadores, el poder real se reciente, se enoja, se defiende.
Ese poder real se conquistó en base a ventajas, prebendas, un sistema injusto por el que el más débil debe cambiar su tiempo para que quien tiene el capital gane con su trabajo. No es nuevo. Es injusto, asimétrico, violento.
Que un 1 % más rico tenga lo mismo que el 99% mundial es injusto. El hambre tiene allí su principal imagen de injusticia que explica porque un planeta con recursos para todos es explotado y aprovechado por una minoría inmoral e inescrupulosa sumergiendo al resto en una pelea por sobrevivir.
Continentes enteros pelean por sobrevivir mientras otros viven en un lujo que se vuelve insultante, esto en un mundo que produce lo suficiente para el triple de sus habitantes.
Durante los 60 se explicaba que las diferencias entre los países tenía su origen en distintos desarrollos, como si fuera una cuestión de inversión y tiempo. Pero 50 años después vemos como los que más tienen se alejan día a día de los q menos tienen, como la concentración de la riqueza crece brutalmente.
En ese desarrollismo se justificaban las asimetrías en la falta de industrialización y de educación como la raíz de las diferencias. Era la corrupción de sus clases políticas lo que explicaba que no se pudiera revertir esta situación. Hoy se ve claramente que es la lógica del mercado y el capital la que lleva a una concentración cada día mayor en manos de una minoría cada vez más rica.

Esta práctica no es nueva. Entronca con la colonia, el virreinato, el contrabando, las aduanas, la distribución de la tierra en los orígenes de nuestro país, las dictaduras, las privatizaciones, la patria contratista, los planes económicos a medida del poder, en favor de una minoría para facilitar sus negocios, la corrupción y persecución de los sindicatos, los desaparecidos, la represión.
La corrupción atraviesa todas nuestras organizaciones, sindicales, eclesiales, políticas, deportivas, fuerzas armadas, fuerzas de seguridad, universidades, los medios de comunicación. Sobran ejemplos.
En nuestro país existió y existe lo que se ha dado en denominar patria contratista, empresas que viven de venderle al estado, con sobreprecios, aceitando los mecanismos de pago por medio de retornos y prebendas corruptas. Muchos de los empresarios que se horrorizan de la corrupción han visto crecer sus empresas y sus riquezas en base a estos mecanismos.
La generalización no diluye responsabilidades. Que lo hagan todos no significa que quien lo haga tiene menos responsabilidad, que no está robando, que es correcto.
Existen funcionarios corruptos y existen empresarios corruptores.
Los mecanismos burocráticos que se suponen controladores de estas prácticas son muchas veces quienes la fomentan. Están los que cobran rápido y con sobreprecios y quienes se funden por no cobrar y tener que iniciar juicios contra el estado para que les liquiden por sus trabajos.
Las licitaciones en muchos casos son apariencia de competencia entre empresas que están asociadas o entre quienes saben que pueden ganar por precio pero que esto no alcanza ya que solo cobraran los socios del poder.

La financiación de la política no es ajena a este problema. ¿Como se financian campañas millonarias sin el aporte de estas empresas? como devolución de favores o a cuenta de favores futuros.
Entender la corrupción como la forma de hacer caja para poder hacer política es habitual. Se logra al colocar funcionarios propios y así recibir parte del pago que estos reciben por sus funciones públicas o con empresarios que se asocian en búsqueda de poder para sus negocios.
El roba pero hace es un mal que no solo toca a las clases dirigentes sino también a los ciudadanos. Menem era un presidente al que no se le critico la corrupción millonaria hasta que la crisis económica toco los bolsillos de los ciudadanos.
La corrupción se vuelve un tema cuando hay crisis económica, no antes. Mientras el dólar es barato, el poder adquisitivo es bueno, aun con altos índices de pobreza o de desempleo no repercute en lo electoral.
No forma parte de la exigencia moral de nuestro país. Quizá esto entronque con ese discurso de la viveza criolla o la naturalización del desprestigio de las clases dirigentes que supone que quienes ocupan esos puestos roban y es natural que así sea.

En los procesos de avance de derechos, de búsqueda de más equidad, de disminución de las injusticias por la cual unos tienen millones de millones y cada vez más, y otros pelean por sobrevivir y poder criar dignamente a sus hijos la exigencia de ética es mayor.

Un hecho de corrupción pone en riesgo muchos de los logros y el sentido de la pelea. Si se lucha para que haya más justicia y que la persona esté por encima del dinero, quien roba es una fisura del trabajo que contradice estos objetivos.

Que alguien robe no invalida a todos quienes trabajan honradamente por un proyecto. Pero a cuenta de los riesgos que implica confrontar con el poder real los niveles de exigencia a los militantes de estos procesos debe ser el más alto. Nadie puede mirar para otro lado si un compañero vive de una manera que no es acorde a sus ingresos.

También es cierto y no se puede soslayar la hipocresía de quienes se rasgan las vestiduras y acusan a los corruptos parados sobre riquezas logradas en base al negreo, el pago de coimas, el vaciamiento de empresas y las prebendas de cercanía al poder dictatorial.

La aparición de las cuentas en el exterior en un país con 400 mil millones de dólares fugados, de parte obviamente de quienes mas ganaron y se enriquecieron, muchos de los que hoy gobiernan el país y los socios para quienes toman las medidas económicas, horrorizados por la corrupción es un canto a la hipocresía.

Los Panama Papers son una muestra de los sistemas que tienen el capitalismo para evadir las cargas tributarias que buscan generar aunque sea un mínimo de equidad en la participación en la riqueza.
El blanqueo de capitales para quienes evadieron o no pueden justificar el origen de su dinero, planteado por un estado que se hace cómplice de este funcionamiento.
Se rasgan las vestiduras por cómo está el país, pero evaden negrean, vacían, especulan, coimean. Pero esto no se discute porque se naturaliza.
Tanto se naturaliza que une en un discurso y una crítica a quienes corrompen con los que sufren esa corrupción, quienes pagaron las coimas con quienes no recibieron los servicios de parte del estado por la corrupción, quienes forman parte del dúo corruptor corrupto y quienes no reciben salud, educación, justicia, vivienda, trabajo.

Frente a este capitalismo, que siempre es salvaje, nunca serio, nunca responsable, cuya lógica es solo la ganancia a cualquier precio, por sobre las personas, por sobre la vida.
El desafío es que los movimientos populares sean sensibles y exigentes en sus propias practicas a los mecanismos de transparencia y control, que la corrupción sea un peligro que puede invalidar parte de sus logros, que el compromiso con los que menos tienen parta de sus dirigentes y funcionarios en una justificación de su patrimonio. No se puede servir al pueblo y al dinero.


Los cambios solo pueden venir producto de recorrer otros caminos con altas exigencias éticas.