lunes, 26 de febrero de 2018

Alejar a los chicos de la escuela. Sobre el cierre de los primeros años en Bahia.

La fusión y los cierres de cursos, en escuelas rurales, en educación artística, en educación especial y en educación de adultos se realizan previo al inicio de clases 2018, en base a un fuerte clima de ajuste más que de mejora de la calidad educativa, con una fuerte repercusión en las posibilidades de los chicos de acceder a las escuelas y con secuelas en la pérdida de empleo de los trabajadores y trabajadoras.
Por este último tiempo de trabajo en escuelas secundarias, especialmente secundarias básicas y en barrios veo como muy dañino para la educación secundaria el cierre de cursos de primer año.
La consolidación de secundarias básicas creciendo a cuarto año hasta completar sexto es un paso adelante muy importante.
Les permitirá a los chicos y chicas tener escuelas más pequeñas, cercanas, accesibles que deberán tener el desafío de adaptarse a la comunidad a la que pertenecen para dar respuestas que permitan el ingreso y transcurso de los chicos, sus aprendizajes y posterior egreso.
Va en línea al desafío que tenemos como sistema educativo planteado por la ley de obligatoriedad, que es evitar que abandonen un 50% de los alumnos antes de egresar.
Pero esto sufre un duro golpe con el cierre de 12 primeros años de secundario en distintos barrios de nuestra ciudad, solo explicable en un plan de ajuste económico, en un sentido contrario a la inclusión educativa y la accesibilidad por cercanía de los chicos a las escuelas.
El paso de primaria a secundaria suele dejar algunos chicos fuera del ingreso, especialmente donde hay distancia a las nuevas escuelas.
A veces esa distancia es física, queda a muchas cuadras, en otros casos es por falta de transporte, pero la más preocupante es la social: los chicos que no concurren a las secundarias más cercanas porque les resultan ajenas, se sienten sapos de otro pozo, se lo hacen sentir los chicos y a veces los docentes.
En algunas escuelas directamente se arman grupos distintos, no se aplican actividades de integración, no se brindan apoyos que permitan acercar las diferencias barriales o de aprendizajes y hábitos de trabajo.
Esto se evitó en gran parte con la creación de las secundarias básicas, articuladas de manera directa con alguna de las primarias barriales, más pequeñas y cercanas, conocedoras de las características de su comunidad.
El cierre unilateral de los primeros años, en muchos casos los que mayor matricula poseían, los de la mañana, con el planteo que se hacía para abrir un cuarto, deja a la matricula histórica de esa comunidad con la obligación de concurrir a una escuela más lejana, tendrá como resultado final que muchos de los chicos queden fuera de la escuela.

Más allá de que estén inscriptos, hay que ver quienes comenzaran a concurrir y cuando. Un cambio de barrio implica no solo útiles, sino también ropa y muchas veces dejar el comedor, compañeros que pasen a buscar, salir de calles de tierra que cuando llueven se vuelven intransitables, la necesaria flexibilidad de parte de docentes para comprender a quienes deben cuidar a sus hermanitos o a un familiar enfermo, a quienes no poseen hábitos familiares de orden u horarios.
Las familias en las escuelas cercanas se conocen y se las acompaña articuladamente en continuidad de primaria a secundaria.
Muchos de los chicos que se inscriben concurren hasta el primer trimestre, alternadamente, o faltan en los exámenes, o desaprueban materias de tal manera que no continúan luego de la entrega de boletines o de las vacaciones de invierno.
A veces esto se da por la oscuridad del invierno al momento de salir de sus casas, el frio, el barro cuando llueve, la dificultad de lavar y que se seque la poca ropa que poseen en condiciones o las zapatillas, el quedarse a cuidar un hermanito enfermo, los turnos en las unidades sanitarias o en los hospitales.
Existen también los problemas de relación entre adolescentes por peleas barriales o escolares, propias de la edad, que deben abordarse para lograr la continuidad.
Todo esto dificulta a los chicos de los barrios, aumenta considerablemente si la escuela es más grande, si los alejas de sus casas, si deben cambiar de comunidad.
Lo que es un logro que es tener escuelas más pequeñas y cercanas se desarma con esta decisión de cerrar los primeros años.
Otra pequeña aclaración: hay escuelas que deben funcionar a pesar de tener pocos chicos. Son la única inversión que el estado hace en esos pibes, la única oportunidad que salgan de sus casas y se relacionen con otros chicos, que pasen por determinadas actividades, vean y discutan determinados contenidos, que aprendan y logren certificación.
Son necesarios apoyos para que los pibes no abandonen, adaptaciones, alternativas de acceso, de permanencia.
Cada tercero con pocos alumnos debe ser un llamado de atención para la escuela y para la comunidad, por todos los que empezaron primero y abandonaron, repitieron, dejaron de estudiar.
Se que muchos dirán que no quieren estudiar, que no se esfuerzan. En muchos casos es así. Pero también es cierto que los contenidos son muy similares a los que estudiamos nosotros hace 30 años, ajenos a sus realidades e intereses, que las técnicas de enseñanza no han variado tanto como la realidad comunicacional tecnológica de nuestras vidas.
Pero esencialmente es cierto que existe una ley que obliga a los padres y alumnos a cursar y terminar el secundario y a nosotros como comunidad a hacer todos los esfuerzos posibles para que así sea.

La educación es un derecho esencial de la vida de toda persona. El lugar del pibe es la escuela, una escuela donde aprenda y se sienta parte, donde sus derechos se respeten y fomenten.